Almas ardiendo.
Veo ahora, mientras termino mi vaso de agua, sentado tranquilamente en este cómodo sillón, a la vez que observo la tremendamente imponente quietud de la calle, que sólo tuve un amor verdadero. Que sólo quise a una persona. Que sólo abrí mi corazón en una ocasión. Y esa persona ahora no está a mi lado, pero podría volver a estarlo. Y esto es lo único que me da fuerzas cada mañana para conseguir sacarme de la cama, para conseguir que camine en dirección incierta hacia ningún lado. Pero, a la vez, hacia algún lugar predestinado. Y quién sabe. Nadie lo sabe. Nadie puede saberlo, y eso es lo bonito de la vida. La incertidumbre constante. Sí, porque quizá algún día nuestros caminos vuelvan a converger.
No lucharé tontamente por nada, simplemente me dejaré llevar por la corriente y esperaré a que lo que tenga que llegar me sorprenda. Ya sea gratamente o tan sólo se tiña todo de un gris oscuro desmesuradamente triste.
Porque lo que un día se incendió, es complicado que deje de arder. Por mucha agua que se le eche encima, el fuego seguirá ardiendo aún una vez extinguido. Seguirá ardiendo en nuestra mente, en nuestro corazón, en las imágenes que guardamos en nuestras retinas del alma.
Porque sólo somos eso, almas vagando por el aire, mecidas por el viento, luchando por quemarse en el fuego eterno.
No lucharé tontamente por nada, simplemente me dejaré llevar por la corriente y esperaré a que lo que tenga que llegar me sorprenda. Ya sea gratamente o tan sólo se tiña todo de un gris oscuro desmesuradamente triste.
Porque lo que un día se incendió, es complicado que deje de arder. Por mucha agua que se le eche encima, el fuego seguirá ardiendo aún una vez extinguido. Seguirá ardiendo en nuestra mente, en nuestro corazón, en las imágenes que guardamos en nuestras retinas del alma.
Porque sólo somos eso, almas vagando por el aire, mecidas por el viento, luchando por quemarse en el fuego eterno.
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