Caminos dorados

En el desierto, los caminos posibles son infinitos. Allí donde mires encuentras arena y arena. Y llegas a la conclusión de que la arena será tu nuevo sendero, pero cada paso, en cada dirección, mostrará un camino. Así que estás obligado a pensar en el siguiente paso.

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Location: Salinas, Asturias, Spain

Monday, October 30, 2006

Día lluvioso en el camino

Corría por las calles
con el corazón en el bolsillo.
Las chicas le miraban
y le deseaban,
pero no le querían.
"Es un buen chico,
nunca se ha negado
a recoger la mesa.",
decía su abuela.
Y rezaba cada noche
por su nieto huérfano.

Cada mañana
se vestía y se peinaba
cuidadosamente.
Cogía su viejo Ford
y se iba a trabajar
al taller de su tío.
Odiaba cada día,
pero no dejaba mostrar
su infelicidad.
Sonreía, mientras lanzaba
su moneda al aire.

Las balas se cruzaron
con su sombra
alguna vez,
pero no le apagaron.
Su abuela rezaba.
Pedro cantaba.
Se reía del pasado
pero no lo entendía.
Tenía su arma,
pero no su corazón.
Eso no lo tenía.

Sara lo guardaba
en la caja fuerte
de las dudas.
Él soñaba con besarla
y acostarse a su lado
cada noche.
La madre de Sara
decía: "Ni te acerques,
puede ser peligroso."
Sara lloraba en cada
palabra que decía.

Un día le pidió
que se fugaran de allí.
Pedro le prometió la Luna
y ella aceptó.
Se largaron de allí
con una maleta.
La calle estaba vacía
en la despedida.
Su abuela lloraba
pero no demasiado.
Le deseaba lo mejor.

La noche se convirtió
en su refugio
de almas dolidas.
Esperaron al otoño
para poder dormir
y soñar con la aventura.
Los ladrones de bancos
le tentaban, como tantas
veces antes.
Pero Pedro dijo:
"Olvidadme, por favor."

"Sara, no llores.
Todo está bien.
Te amo tanto...", decía,
y le acariciaba el pelo.
Un beso no era
sino una promesa
de fidelidad.
Las cosas no
les iban demasiado bien,
pero siempre decían:
"Ya pasará."

Sara muerde la almohada
mientras Pedro se prepara
para irse al taller.
En la esquina guarda
sus lágrimas y sus sueños.
Ella sabía que todo eso
tendría que cambiar
algún día.
El cristal de las ventanas
era demasiado grueso
para atravesarlo.

Ella tenía veintidós años
pero acababa de nacer.
Las cosas no iban bien,
pero lo tenía todo.
Eso se decía.
Pedro pensaba
en tener hijos.
Sara ya lo había pensado.
Todo aquello no eran
sino olas errantes
en el mar del destino

Pero Pedro ya había
lanzado su moneda al aire.

Saturday, October 14, 2006

La noche despierta

Se hace de noche en la ciudad
y el cielo se viste de negro carbón.
Las nubes de humo se acuestan despacio
y se cubren con papeles y cartón.

Lloran las farolas, solas en la calle
y los portales se ponen en guerra.
El color del pasado ciega algún sueño
que viajaba triste por la acera.

Caen las hojas del viejo y alegre árbol,
que mañana no se podrá despertar.
Las flores del parque recuerdan historias
y le acompañan en su funeral.

El viento arrastra millones de cuentos
que la gente desea escuchar.
Los bancos del parque esperan despiertos
y charlan tranquilos del amor y la paz.

Ahora suena una música alegre
con la llegada de los rayos del sol.
La gente se asoma a sus ventanas,
por fin, el mañana llegó.

Thursday, October 05, 2006

Olas distintas, horas diferentes

Quedan canciones por escribir
que no han soñado bajo la Luna.
Suenan campanas, lejos de aquí
pero no aparece luz alguna.

Son las nueve en mi ciudad
pero no más de las ocho en la tuya,
se han ido mis lágrimas ya
bajo las olas, con su espuma.

Pero me duermo cada noche,
soñando que estoy contigo.
Me imagino que soy tu hombre
y que sigues mi camino.

Y cuando llega el nuevo Sol,
resucito de las arenas.
No recuerdo tú canción
pero en mi cabeza suena.

Tengo los zapatos en la mano
y el sombrero en la cabeza.
No puedo seguir caminando
si no me sigues de cerca.

Vuelven mis lágrimas, vuelven las olas
y quedan canciones por escribir.
No me preguntes la hora
pues te podría mentir.